11.11.15

Doctor Who, temporada 8


Hace un par de días terminé la octava temporada de Doctor Who, y he de decir que cada día me decepciona más, aunque no por ello dejaré de verla. ¡Me niego!

Pero lo cierto es que últimamente la serie está teniendo muchos fallos. Es comprensible que no se puedan abarcar todos los problemas espacio-temporales que una serie como la inglesa provoca, pero desde hace un par de temporadas la continuidad entre capítulo y capítulo está resultando muy difícil. 

Y esto se volvió a ver en esta última temporada, donde el desenlace está pillado con pinzas. La serie nos tiene acostumbrados a tener muchos capítulos sin sentido durante toda la season y al final todo se interrelaciona y nos aclara las dudas. Y funcionaba bien, al menos con los doctores 9 y 10/11 (Christopher Eccleston y David Tennat respectivamente), pero ya desde la introducción de Matt Smith como doctor número 12, todo empezó a flaquear.

El ejemplo más claro lo tengo con la desaparición de Alex Kingston, quien diera vida a River Song, de la serie. Cualquiera que haya visto la serie (y si no cuidado con el spoiler) sabe que River muere la primera vez que el Tennant la conoce (aunque ella ya le conocía de antes); un rollo un poco extraño que solo si entiendes de viajes en el tiempo comprenderás. El caso es que ella tenía el destornillador de un Doctor futuro, que se lo había dado sabiendo que ese día moriría. El Doctor que se lo dió fue el 12 (Smith) que fue a quien ella conoció por primera vez, pero los espectadores jamás vimos como le daba el destornillador, cómo fue esa última despedida en la que él sabía que ella moriría y River lo ignoraba completamente. Pues eso, que en un capítulo River estaba vivita y coleando, y al siguiente ya era un holograma muerto sin ver despedida alguna. Boh!

El mismo enojo espacio temporal tuve con la desaparición instantánea de Amy y Rory. Parecía todo perfecto y de repente puf, ángel lloroso aparece. Y claro, ni un Señor del tiempo con una máquina espacial, ni una medio Señora del tiempo con su reloj que le permite viajar en el tiempo, son capaces de ir a algún momento del pasado para volver a ver a los Williams-Pond. Un asco.

Y esta temporada igual. El Doctor tiene unas reglas que no se puede saltar, pero que se las salta cuando le da la gana, excepto cuando su siempre acompañante fiel se lo pide. Así funciona el Doctor, o mejor dicho, Steven Moffat, el escritor, que parece que nos odia.

El final de la temporada fue súper triste, y el capítulo especial de Navidad más lacrimógeno aún, pero se dejaron muchos flancos abiertos, muchos imposibles que ocurrieron. Ahora me toca empezar la novena temporada pero (OJO SPOILER) no me apetece nada teniendo en cuenta que al Doctor (a Moffat) no se le ha ocurrido otra cosa que cambiar su mítico destornillador sónico por unas cutres gafas rayban sónicas (¡me niego!). Espero que con el tiempo recupere la herramienta, y Doctor Who su lógica espacial (y por que no, también un poco de la divulgación científica que enseñaban los primeros doctores).

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