Todos estamos un poco locos: unos más, otros menos... Lo sabemos o no, y es mucho mejor cuando se sabe pues podemos estar locos, majaretas, pero al fin y al cabo las mejores personas lo están.
Anoche tocó ver esta maravillosa versión de Tim Burton, un film que visualmente enamora, una música que acompaña brillantemente y una historia que se encuentra en medio de la versión de Disney y la obra original de Lewis Carroll.
La niña crece, su padre falleció tiempo atrás, y el sueño ha vuelto a ocupar sus noches. Pero ahora Alicia se tiene que enfrentar a la vida real, asistiendo a un cóctel con su madre y hermana. Allí, un joven poco apuesto y bastante desagradable, hijo de un antiguo socio de su padre, intentará pedirle la mano a la muchacha. Y digo intentará porque justo cuando no sabía qué responder (ella no quería, pero sentía que debía), apareció un extraño conejo blanco detrás del cual salió corriendo Alicia, hasta caer por una madriguera.
Cuantos recuerdos de la infancia al ver caer a la joven por ese agujero infinito, donde la gravedad no tiene leyes. Continúa la historia similar a la versión de la industria del ratón: una poción que encoje, un bizcochito que agranda, una llave, una puerta, un conejo blanco siempre con prisas, unos tweedledee y tweedledum difíciles de comprender...
¡Feliz, feliz no cumpleaños! Me faltó esa canción, pero bueno. Los personajes que le dan voz a esa cancioncilla tan pegadiza poco tienen que ver con la versión soft de Disney. Aquí la ratoncilla no ve estrellitas dentro de una lechera, ella prefiere sacarle un ojo a una bestia a la que llaman magnapresa (que luego resulta no ser tan bestia). La liebre está más trastornada que de costumbres, con tics muy chungos que le hace atacar a la gente lanzándoles cosas (aunque en el fondo es un cachito de pan). Y un Sombrerero, interpretado por un magnífico Johnny Depp, más loco que nunca.
He intentado interpretar las frases tan raras citadas por el loco más querido del mundo de la animación, pero es imposible, son lo que son y siempre serán así. Simplemente hay cosas que no tienen respuesta, hay cosas que no tienen sentido, y así es como tiene que ser. Pues jamás sabremos en que se parecen un cuervo y un escritorio, tal vez en mucho, tal vez en nada, ¿qué más da?
El mensaje con el que me quedo es con el que entre saco de las palabras de la oruga fumadora y azul Absolent. Nada más conocer a Alicia, todo el mundo se pregunta si es "la verdadera" Alicia, por ello acuden a quien parece ser el más sabio del lugar, y dice que no lo es, matizando un claro "aún". La incógnita se resuelve al final: si uno no sabe quién es, ¿cómo lo va a saber otro? Creemos que no podemos hacer algo porque lo vemos como un imposible, cuando lo que realmente lo que nos impide lograrlo es pensar que eso es imposible.
La historia nos dice que los imposibles a veces sí son posibles. En su pelea contra el galimatazo, una especie de dragón que responde a las órdenes de la reina roja, Alicia cree imposible vencerle, pero recuerda otras cosas que creía imposibles de hacer y las enumeró (seis, como le decía su padre): primero, la poción que te hace encoger; segundo, la tarta que te hace crecer; tercero, los animales habla; cuarto, los gatos se evapora; cinco, existe el país de las maravillas. Cinco cosas que eran imposibles y que sin embargo estaba viviendo en sus carnes. ¿Dije seis no? "Puedo matar al galimatazo". Y... ¡QUE LE CORTEN LA CABEZA!
No puedo terminar el post sin hablar de la realeza, y es que en esta historia, a diferencia de la versión Disney, aparte de la malvada Reina Roja, también aparece la Reina Blanca, que resultan ser hermanas. La mala es la mayor, y reclama su trono mediante la táctica de cortar cabeza a todo aquel que le contradiga (o se coma su tarta, pobre ranita...). Mientras a esta se le identifica con el palo de corazones de una baraja de cartas, a su hermana se la relaciona con la reina del ajedrez (la blanca, claramente). Esta tiene unos votos con los que no puede matar a ningún ser humano, por eso mete a la pobre Alicia en todo el embrollo de acabar con el galimatazo. Pero bueno, unas actuaciones increíbles de una cabezona Helena Bonham Carter y una casi traslúcida Anne Hathaway.
Tiene sin dudarlo un diez esta película, por unas actuaciones maravillosas, unos fondos espectaculares y una historia que encandila. Un gran trabajo de Tim Burton.
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